Ecos de esperanza y ternura: Emociones a flor de piel en la muestra artístico-musical de Risaralda
13 de noviembre de 2024
Bajo un cielo vibrante, los acordes y las voces de niños y niñas de diferentes municipios de Risaralda transformaron el corazón de la comunidad en un espacio de inspiración y unión.
Entre las muchas historias que dejaron huella, brilló la de Juan Andrés, un niño de apenas nueve años de Pueblo Rico (Risaralda).
Con una valentía desbordante, subió al escenario como si portara consigo los sueños de su pueblo. Frente a un público emocionado que apenas podía contener la emoción, Juan Andrés cantó con una pasión tan genuina que cada nota parecía tejer un puente entre el arte y la esperanza.
Su voz, pequeña pero poderosa, dejó una marca indeleble en quienes tuvieron el privilegio de escucharla. Conectó con el público y auguró que a su edad tiene un potencial enorme en las artes y en la música, sobre todo, por su humanidad y genuinidad.
Durante una entrevista en el escenario con el presentador del evento, Juan Andrés compartió un detalle profundamente conmovedor: fue su padre quien le enseñó a cantar, comenzando con canciones de Vicente Fernández.
Confesó con una sonrisa que no le va bien en matemáticas, pero que prefiere ahora la clase de música.
Esa conexión familiar y cultural resonó en cada palabra que entonó, y su actuación se convirtió en un testimonio del poder transformador de la música para sanar, conectar y soñar.
Colores y matices
La muestra fue un mosaico de colores, sonidos y emociones. Participaron estudiantes de municipios como Apía, Balboa, Dosquebradas, entre muchos otros, cada uno trayendo al escenario un pedazo de su identidad y cultura.
Los formadores y sabedores, el alma pedagógica del programa, también subieron al escenario, demostrando que el aprendizaje guiado por el amor y el compromiso puede crear momentos extraordinarios. Sus instrumentos no solo marcaron el ritmo, sino que también tejieron historias que inspiraron a todos los presentes.
El parque central se convirtió en algo más que un escenario: fue un refugio de alegría y orgullo colectivo.
Los familiares de los niños y niñas, con cámaras y celulares en mano, inmortalizaron cada instante. La madre de Jerónimo, un estudiante de Dosquebradas, no pudo contener las lágrimas mientras fotografiaba a su hijo.
Desde el escenario, Jerónimo le devolvía una sonrisa radiante y, con un gesto tierno, le enviaba un saludo que encapsulaba el amor y la complicidad entre madre e hijo.
Un método que cambia vidas
Pero Sonidos para la Construcción de Paz es mucho más que música; es un viaje hacia el alma de las comunidades. Es un recordatorio de que, a través del arte, se construye convivencia, se fortalecen habilidades socioemocionales y se celebra el poder de la expresión.
Esa tarde en Quinchía, cada melodía, cada aplauso y cada sonrisa fueron un acto de resistencia y esperanza.
Quinchía no solo escuchó música ese día; vivió un momento que la transformó.
Esta jornada será recordada como un ejemplo brillante de cómo el talento juvenil puede ser una fuerza poderosa para la reconciliación y la paz.
Es y será un eco que resonará por mucho tiempo en el corazón de este municipio risaraldense, inspirando a todos a creer que, con arte y comunidad, es posible construir un futuro mejor.
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